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La jamaicana Novlene Williams Mills, una de las mejores especialistas del mundo en los 400 metros lisos, ha sido una de las sensaciones del año en la Liga de Diamante de Atletismo, donde ha dominado  su disciplina con cuatro triunfos (Shangái, Eugene, Oslo y Estocolmo) y con triunfo en la general final en el gran circuito de pruebas de atletismo.

La hermana mayor de Novlene falleció en 2010, cuando tenía 38 años, por un cáncer de ovariosUn éxito que la devuelve a la primera línea y  que llega apenas dos años después de que le fuera diagnosticado un cáncer de mama. En junio de 2012, a días del inicio de los Juegos de Londres, Williams Mills recibió la noticia de que el bulto que se había notado semanas atrás era maligno. 

Otro drama en la familia, puesto que su hermana mayor falleció en 2010, con 38 años, por otro cáncer, en esta ocasión de ovarios. Por eso Williams Mills, y cuenta su historia con mucha pasión en la web Spikes, asociada a la Federación Internacional de Atletismo (IAAF),  donde admite con orgullo: "Soy una superviviente".  "Estaba en shock. No dejaba de pensar que no podía ser posible.  ¿Por qué yo, si acaba de entrar en la treintena?", explicaba sobre el día que conoció el diagnóstico. "Vivo una segunda oportunidad, es una bendición", agradece. Williams Mils optó por seguir compitiendo y pasar por el quirófano después de los Juegos, algo que haría tres días después de una cita londinense a la que llegó como campeona nacional de su país.

En la final olímpica de los 400 metros  acabó en la quinta posición. Además, se colgó el bronce con Jamaica en la prueba 4x400 metros. Finalmente llegó la operación, en la que se le estirpó el bulto. Necesitaría otros tres pasos más por la sala de operaciones, la última vez en enero de 2013, y todo el tratamiento consecuente y paralelo. Optó por anunciar su dolencia entonces, aunque ya había acudido a alguna competición.

Pero se le hacía duro. Demasiado. Aunque siempre contó con el apoyo familiar y, una vez publicitada su batalla, de toda la comunidad atlética; incluso con sus grandes rivales estrechó lazos. 

Conversaciones sobre la vida más allá de la pura competición. "La mayoría de las veces volvía de entrenar molida, se me hacía duro. Pensaba que no podía con todo eso. Mi cuerpo estaba exhausto. Iba a las reuniones de atletismo, la mayoría de la gente desconocía mi enfermedad y me veían correr mucho más lenta de lo que yo solía. Me preguntaban. Y algunas veces me metía en la habitación al volver a casa a llorar pensando que qué estaba haciendo", recuerda. "Tengo que estar agradecida. Es un honor ser una superviviente del cáncer", proclama.

Fuente: http://www.20minutos.es/
 

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